Todo buen ciudadano, de cualquier parte del mundo, que ama su terruño, como
es nuestro caso y de muchos otros dominicanos, el interés patrio, es ver un
país cada vez mejor y que sus instituciones sean fuertes y sólidas.
Algunos dominicanos ríen y se burlan ante los bochornosos casos de
corrupción que se ventilan en los tribunales de la República, a nosotros lo que
nos da es pena al ver los deteriorados que están nuestros organismos
gubernamentales.
Desde nuestros inicios en el periodismo nacional nos inclinamos hacia la
rama de opinión y logramos que veteranos ejecutivos periodísticos como don
Mario Álvarez Dugan, Radhamés Gómez Pepín, Federico Henríquez Grateraux,
Bonaparte Gautreaux Piñeyro, y ahora recibo un trato de hermano de Bienvenido Álvarez
Vega, permitieran incursionemos en las páginas editoriales de medios, zona
vedada para el común de los redactores.
En nuestros primeros artículos, y están ahí, en los archivos, siempre
abogamos por el fortalecimiento de nuestras instituciones, por una mejor Policía
Nacional, un mejor Congreso, un Poder Judicial independiente, un Ministerio
Público sin ataduras, en fin, UN MEJOR PAIS.
Eran las décadas de los 80 y 90 y no se observaban tantos deterioros en
nuestras instituciones como ahora. Aún se impartía en las escuelas primarias
Moral y Cívica.
El que conducía una motocicleta tenía que andar provisto de la
documentación reglamentaria, respetar los semáforos y caminar por el pavimento,
no invadir las aceras por donde caminan los transeúntes.
La corrupción administrativa se producía con discreción y el dominicano
entendía que desde que el mundo es mundo siempre ha habido ricos y pobres;
ahora todos queremos ser ricos. tener una villa en Casa de Campo, Punta Cana o
la Caldera de Baní. Poseer yates y jets privados para viajar a Miami.
¿Cuándo ha sido así? La situación dominicana es realmente penosa. Aboguemos
por la superación personal.
*El autor es Periodista y reside en Santo Domingo Oeste.
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