Reportaje Especial
FREDDY MEDRANO
Editor en jefe
SANTO DOMINGO, República Dominicana. -Una buena
mañana, fresca por demás, Marcelino Antonio Botier Reyes estaba pensativo y su teléfono
no había sonado desde hacía más de tres meses cuando llegó a Santo Domingo de
su natal Fantino, en la provincia Sánchez Ramírez, al noroeste de República
Dominicana. Recibió la llamada más importante de su vida hasta ese momento.
Inspirado por su madre Beatriz Reyes, el joven fantinense
quiso dejar atrás al pueblo que lo vio nacer. Llegó en 1990 a Santo Domingo, la
capital dominicana, lleno de sueños por ganarse un espacio laboral para atender
a las necesidades más apremiantes de su familia. La estrechez económica de sus
padres y sus hermanos laceraba profundamente su alma.
Botier Reyes no perdió tiempo, y de inmediato se inscribió
en el Instituto Nacional Técnico-Profesional (INFOTEP) para estudiar bartender
y hotelería. Se graduó con honores en 1992. “En ese momento pensé en mi madre”,
dijo mientras sus ojos se nublaron de lágrimas.
El joven camarero miró firme hacia el cielo y apretó
sus puños en una solemne y silenciosa manera de imponerse nuevas metas de vida.
Ya Fantino había quedado atrás.
Botier Reyes aplica para obtener su primer trabajo
como camarero, e ingresa al hotel V Centenario, en la avenida George
Washington, y allí se codea con maestros internacionales de la gastronomía.
El camarero pasó después a trabajar en los hoteles
Lina, Embajador, el Club de Profesores de la Universidad Autónoma de Santo
Domingo (UASD), y otros restaurantes.
La llamada
Ese día, Botier Reyes llegó exhausto a su residencia.
Decide tomarse una sopa caliente para reponer energía. Después del primer sorbo
suena el teléfono.
-Usted es el señor Marcelino Antonio Botier Reyes-dijo
una voz del otro lado del teléfono.
-Sí señor-respondió Botier Reyes con una voz de mando
militar.
La llamada era de la compañía encargada de organizar
todo lo relativo a la segunda visita de su santidad Juan Pablo II a la
República Dominicana en 1992. Botier Reyes fue seleccionado para ser el
camarero principal del jefe del Vaticano para ese entonces.
De
cara a cara con Juan Pablo II
Por instrucciones de la Nunciatura de la República
Dominicana, se decide hacer una recepción en honor al rumano Karol Wojtija, el nombre
real del papa Juan Pablo II.
El lugar escogido fue la residencia del fenecido
maestro internacional de la gastronomía, Mike Mercedes, ubicada en ese momento
en la calle 2, número 15, en el sector de Bella Vista, en Santo Domingo.
Allí todo estaba preparado como ordena el protocolo
para ese tipo de evento, y también era la actividad más trascendente del
camarero Botier Reyes.
-Su santidad, a sus órdenes-dijo el mozo.
Juan Pablo II lo miró fijamente a los ojos.
-Es muy bonito su trabajo-le sentenció el Pontífice.
El ambiente se manifestaba con de forma regia para ese
tipo de evento. Conversaciones con aires de intelectuales, sonrisas francas y
expresiones matizadas por un contexto religioso.
-Que Dios lo siga bendiciendo cada día más-le dijo
cariñosamente Juan Pablo II a Botier Reyes.
Al final del acto, el jefe de la Iglesia Católica, al
despedirse, tuvo la gentileza de retroceder para volver a saludar a Botier Reyes.
“Lo recuerdo con sonrisa pura, y su mirada firme, era
realmente un ángel de Dios”, le dijo Botier Reyes a los periodistas de El
Orientador.
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