En operación Caracoles de Caamaño, gobierno Balaguer cometió un crimen de guerra




 REPORTAJE ESPECIAL

FREDDY MEDRANO

Editor en jefe

SANTO DOMINGO, República Dominicana. – La expedición guerrillera de 1972 encabezada por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, que partió finalmente desde la isla de Guadalupe, aunque lo hizo originalmente de Cuba, confrontó una serie de obstáculos justo en el mismo momento que arrancó en el territorio guadalupense, desde la falta de respaldo del liderato político opositor al régimen de los 12 de Joaquín Balaguer, hasta las discusiones internas y la falta de alimentos y medicinas para los combatientes.

Algunos entienden que la expedición estaba condenada al fracaso.

El yate que transportaba al líder de la Revolución de Abril, el Black Jat, encalló en un islote de arenas, 15 minutos después de haber salido del puerto de Guadalupe. La situación fue superada por Hamlet Hermann Pérez, que conducía la embarcación.

Al llegar a las costas dominicanas frente a la provincia de Azua, algunos de los guerrilleros tuvieron que nadar 2 kilómetros para llegar a tierra.

Caamañó Deñó y sus compañeros de guerrilla se vieron en la necesidad de “incautar” un carro Chevrolet modelo 1958 con varios pasajeros a bordo, para poder penetrar a las montañas de Azua, San José de Ocoa y parte del territorio de La Vega, cuenta Hamlet Hermann Pérez, en su libro “Francis Caamaño”.

Se inició entonces una ruta de dificultades y obstáculos de un movimiento guerrillero que muy pocas personas sabían que llegaría al país para echar del poder al gobierno de los 12 años de Joaquín Balaguer que representaba “el despotismo ilustrado y la entrega abierta a la administración gubernamental de los Estados Unidos”.

Dice Hermann Pérez, en la referida obra, que Caamaño Deñó y sus compañeros llevaban 13 días sin ingerir alimentos hasta que unos campesinos en la sección Las Quebradas, en Azua, les ofrecieron un “sopón caliente”.

Es así como discurren los días de los expedicionarios de febrero de 1972.

La situación era tal que, luego de atravesar lomas, charcos y riachuelos, Hermann Pérez y Toribio Peña Jáquez encuentran un racimo de guineos maduros, constituyendo su primer “manjar” después de abandonar el Black Jat.

Durante el primer encuentro con una patrulla policial, el 5 de febrero, en la zona de Los Quemados, el indomable guerrillero Eberto Lalane José, hermano del exprocurador General de la República, Federico Lalane José, resultó herido en el empeine del pie izquierdo cuando un proyectil de una carabina Cristóbal le rozó esa zona de su cuerpo. Varios militares resultaron muertos.

El jefe guerrillero y sus compañeros continuaron la macha hacia las montañas de San José de Ocoa. A medida que iban avanzando los días, Lalane José se iba desangrando por la herida de su cuerpo y con pocas fuerzas, producto de la falta de comida.

Llegó un momento en que el manco guerrillero le dijo a Hamlet: “Fiero, yo estoy muy mal herido, déjenme aquí. Trata tú de salvarte”.

Pese a la situación, los insurgentes siguieron avanzando hacia una zona donde pudieran estar más protegidos de las fuerzas regulares.

A las once de la mañana un intenso tiroteo despertó a los guerrilleros el 12 de febrero del 1973, mientras descansaban en los alrededores del Arroyo Los Limones.

Lalane José había disparado una ráfaga contra los miembros del ejército que avanzaban hacia sus compañeros de guerrilla. En la balacera, Caamaño Deñó fue herido en la pierna izquierda cuando trataba de alcanzar al hermano del exporcurador General de la República. El fusil del coronel de Abril, un R-15, no estaba en condiciones de hacer disparaos porque había sido reparado media hora antes.

Un oficial del Comando de Cazadores de Constanza, dice Hermann Pérez, se presentó ante el coronel Caamaño, y éste le pidió que ayudaran a Lalane José, que era el mejor hombre de la guerrilla y podía servirle a la patria.

El oficial ordenó al Teniente Mejía, oriundo de La Vega, a que atendieran a Lalane José. Mejía pidió a un sargento que se encargara del guerrillero herido, y el suboficial le quito los cordones de nylon a las botas de Lalane José y lo ahorcó. “No importa las leyes que estuviera cumpliendo, pero estaba cometiendo un crimen”, repulsó Hermann Pérez. Se cometía un acto de barbarie contra un hombre indefenso.

Un soldado le robó un reloj al cadáver de Lalane José y trató de quitarle un “sweater” y no pudo por las cuerdas que tenía el guerrillero en su cuello, y cuando vio que sus compañeros se estaban alejando corrió despavoridamente hacia los militares, pero estos estuvieron a punto de matarlo al confundirlo con un insurgente.

Caamaño Deñó herido fue llevado desde un camión de cargar madera hacia un jeep por el teniente Mejía hacia la carretera que une a San José de Ocoa con Constanza. El oficial del Comando de Cazadores pidió que no le pasara nada al detenido.

Una hora después de los generales Enrique Pérez y Pérez, Juan René Buchamps Javier y Ramón Emilio Jiménez hijo, a la sazón, jefe de las Fuerzas Armadas, se comunicaron con el presidente Joaquín Balaguer, y luego se escuchó un tiroteo no por los ruidos de un combate, sino por si tratara de una celebración de Año Nuevo. Se trataba evidentemente del fusilamiento de Francisco Alberto Caamaño Deñó, donde terminó la historia un hombre que quiso cambiar el sistema político del país a través de las armas.

Publicar un comentario

0 Comentarios