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La policía esa a la que pocos quieren

 



Angel Barriuso*

 

Trujillo llega al gobierno a principios del siglo XX, heredando a los guardias que fueron hechura de la ocupación estadounidense del 1916. La policía nacional impulsada para tal época debió ser el producto directo de la necesidad de una incipiente dictadura. Como es obvio, requería de un aparato implacable, coercitivo y extremo vigilante.

Recordemos al SIM, convertido posteriormente en el DNI.

Cuando Balaguer llegó al poder en 1966, igualmente proveniente de la dictadura trujillista, trajo al país a militares chilenos –si no mal recuerdo- para “reformar” a la policía que recibió. Y aunque en Chile hubiese democracia en esos años, Balaguer estaba en el Palacio tras la revuelta del 1965 y continuaban el descontento popular

 ¿Qué pasó con esa policía de los años sesenta que sirvió hasta la llegada de Antonio Guzmán-PRD, al poder?

 Se comportó en atención a un Balaguer pretendiendo permanecer en el poder, proclamando el vuelo de una paloma blanca que nadie jamás pudo verla volar por ningún lado. Claro, en un contexto político y social nada favorable. En consecuencia, fortaleció a una agencia policial política e ideológicamente represiva, siguiendo el mismo formato del trujillismo. ¿Por necesidad? ¿Cómo razón de ser del Estado dominicano o como respuesta a los reclamos políticos, constituidos en una clara amenaza revolucionaria, inspirada en el triunfo cubano? Todo eso y más, discutible.

 Con PRD en el Palacio se esperaba un gran cambio, y hubo asomos importantes, principalmente en la gestión de Antonio Guzmán. Sin embargo, toda vez que sectores populares sacó la cabeza en reclamo de mejor calidad de vida, “los gobiernos siempre temen a la inestabilidad y siempre creen que hay conspiraciones”.  Y la policía vuelve a recorrer un camino tan viejo, que inició a inicios del siglo XX.

 Todos aspiramos a cambios reales, pero avanzamos muy poco. Nos hacemos ilusiones.

 “El cambio en las instituciones policiales de América Latina debe dirigirse a asegurar la existencia de instituciones competentes en el terreno operativo, cuya actuación y valores sean compatibles con los valores democráticos. Las policías deben jugar un rol central en el control del delito y la violencia y guiarse por principios de cercanía al ciudadano y de respeto a los derechos humanos. Durante la última década diversos académicos y organismos de la sociedad civil han propuesto una agenda de reformas policiales democráticas para América Latina” (Luces y sombras en la reforma policial latinoamericana Hugo Frühling, chileno, abogado y doctor en Derecho).

En el primer gobierno del presidente Fernández hubo un equipo que trabajó afanosamente en un ambicioso proyecto de reforma policial. Creo que igualmente avanzó tropezando. Y hubo otro gobierno, creo en el de Hipólito Mejía, con otra propuesta de reforma, firmada por Jacinto Gimbernard hijo. También cayó en el limbo.

 Siento que nos falta llegar a unos acuerdos esenciales, ¿cuál deberá ser la función de un policía para estos tiempos? ¿Cuáles son los designios de estos tiempos? Eso sería lo principal, una definición del rol policial al cual aspiraría la sociedad dominicana. Luego, ¿qué cantidad de policías necesitamos y cuánto nos costaría una policía con un mínimo de preparación formal respecto de su nuevo rol?

 Por más vueltas que debemos al trompo, hablar de equipamientos y otras logísticas es innecesario, sin una definición previa de la policía que queramos.

 Siguiendo con el chileno Hugo Frühling,  veamos:

 “Tradicionalmente la policía se estructuraba en torno a funciones de cierta rigidez, cada una de las cuales era asumida por una unidad técnica diferente dependiente del nivel operativo: así, existía (aún existe en muchas policías) la función de seguridad pública o de patrullaje preventivo, la de policía judicial a cargo de la investigación de delitos, la de control de tránsito, la de control de eventos multitudinarios, o fuerzas especiales. En algunos países, la distinción entre funciones de seguridad pública propiamente tales y de investigación criminal llevó a la existencia de organizaciones policiales totalmente diferenciadas. Es el caso en América Latina de Chile, Brasil, Panamá, Costa Rica y Venezuela, donde se distinguen policías con funciones judiciales de policías que patrullan las calles en uniforme. En la actualidad la operación policial se organiza más bien en torno a servicios. La definición de los servicios distingue entre seguridad local o servicios a la población, control del crimen organizado y terrorismo, control de multitudes, entre otros.”

Fruto de las distintas ideas de reforma policial hemos encajado algunas de nuestras aspiraciones sociales a lo expresado por Hugo Frühling: disponemos de una policial escolar, por ejemplo, y se ha rediscutido distintas veces si una policía judicial o comunitaria, y hay cierta división del trabajo, sólo que sus hechos borrosos nublan cualquier imaginen positivas que queramos tener de nuestra policía nacional

 Yo, por lo pronto, entiendo que la policía orientarse al servicio del ciudadano, de la sociedad. La policía tiene que ser vista y verse ella misma como servidores públicos, porque jamás podremos seguís pagándole a agentes policías de nuestros impuestos para recibir represión, persecución o muerte. Jamás.  ¿Cómo garantizar la seguridad ciudadana? ¿Son todos los delitos de común esfuerzo o persecución policial? ¿Cómo eliminar de la filosofía policial ese manto de carácter militarista? ¿Cómo organizar una fuerza policial en torno a las modalidades del crimen? ¿Es igual un policía como servidor público que aquel disponible para luchar contra el tráfico o consumo de drogas? ¿Será el mismo agente policial garantizador del orden público de aquel perseguidor de la delincuencia común?

 Los acontecimientos generados por una sociedad moderna, ¿qué nos demanda? De conformidad con el mapa del delito, ¿han de estar todos los policías juntos y reburujados, independientemente de la división social de su trabajo diario? Obvio que requerimos de un pensamiento que vaya más allá de un cuartel policial.


Angel Barriuso. Es periodista de toda una vida. Ha trabajado en diversos medios de comunicació; reside en Santo Domingo.


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