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Los valores en la música: Las incorrecciones de un mundo políticamente correcto

 


 Persilia Zijlstra Pérez*  

Estamos viviendo una era que, si bien nos ha dotado de nuevas tecnologías que viabilizan los procesos, a través de nuevas formas, también ha traído consigo una nueva ola de pensamiento que, en busca de ser inclusivo y abierto, termina lacerando los derechos. Hoy, expresar una verdad contundente puede llegar a oídos que lo consideren políticamente incorrecto, esto suele generar un sinnúmero de malos entendidos que caen en vejaciones, ofensas, intimidación y juicios; que terminan en un resultado adverso, muchas veces divorciado de la intención inicial.


¿Qué significa ser políticamente correcto?


La frase Políticamente correcta (PC), por sus siglas en inglés es un término que se utiliza para regular y censurar posibles ataques a través de la comunicación y otros medios de expresión. Busca abolir elementos que pudieran ser objeto de discriminación a cualquier individuo o a un colectivo, ya sea por su grupo étnico, preferencias sexuales, limitaciones físicas, entre otros.  Sin embargo, buscando “defender” a las llamadas minorías, en ocasiones se cae en el fanatismo, llegando a ser más recalcitrante que el mal que tiene como meta corregir.

 


Específicamente, libramos una gran batalla con todo el bombardeo a través de los medios donde nos exponemos irremediablemente al descaro, a la desfachatez y a la ignominia de las palabras soeces de lo que hoy se difunde como “música”.


En ningún orden es acogido el hecho de transgredir las normas de convivencia y la moral, por lo que se está en legítimo derecho a no consumir cierto tipo de música que explícitamente incita a la violencia, al sexo precoz y a la deserción escolar. No obstante, cuando una voz se levanta para llamar la atención por estas prácticas, llegan cientos a enmudecerla, alegando que esos “cantantes” tienen derecho a expresarse, y que no es políticamente correcto quejarse, porque se les violan sus derechos. Entonces, ¿es políticamente correcto que se violente mi espacio, con palabras viles, vulgares y propias de una podredumbre que sólo puede producirla la falta de educación y de valores morales?


No cabe duda de que anteriormente se ha confundido libertad con libertinaje, pero en esta ocasión, se ha llegado a los límites. Se ha perdido el encanto del sentido implícito, de ese lenguaje simbólico que eleva e invita al pensamiento complejo; la música de hoy día no deja nada a la imaginación. Hoy nos falla la música, que viene cargada con palabras tan impropias que hieren.

 


Nuestro país, en el ámbito artístico ha sido tendencia, pero lejos de ser motivo de orgullo, esto proyecta erradamente la música dominicana. Desde tiempos inmemoriales, la música ha sido considerada como un vehículo de expresión; se concibió como el alma de los pueblos. El ilustre José Martí lo afirmó diciendo: “La música es la más bella forma de lo bello” pero lo que escuchan nuestros hijos carece de alma y dista mucho de la belleza.


No busco satanizar el género urbano, existe una gran cantidad de grupos que, desde sus posibilidades y alcances, hacen música sin ofender u oprobiar a quienes (por gusto o por necesidad) se exponen a sus canciones.


En la reciente celebración del Día Mundial de los Docentes, el lema fue: “El profesorado en el corazón de la recuperación educativa»., por lo que como padres y como docentes, debemos luchar incansablemente, en aras de una formación integral, digna y de calidad. Estamos convocados al rescate de la sociedad y sus valores, porque solo esto nos permitirá un futuro promisorio y un avance real y sostenible. Y aunque realmente no sea de Gandhi la siguiente frase, es muy propicia para iniciar un nuevo paradigma en nuestra sociedad:  Seamos el cambio que queremos ver en el mundo.


*La autora es Maestra y reside en Santo Domingo.



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