Olga Lidia Santana Ruiz, quien reside en el sector Villa
Guerrero de El Seibo, narró a los periodistas de El Orientador que el dueño de
la vivienda donde trabajaba no tenía hiel para violar a las mujeres.
Redacción Freddy Medrano
SANTA CRUZ DE EL SEIBO República Dominicana
(EXCLUSIVA). - El reloj marcaba las 11 y 40 minutos y un
sol excitante frente al cementerio municipal, cerca del sector Villa Guerrero.
Ella, enjuta, y con los ojos redondo como la luna de octubre, estaba frente a
una todoterreno vendedora de bananos y otras viandas: Olga Lidia Santana Ruiz,
quien lleva 31 años siendo portadora sana del virus del VIH.
Con voz firme y sus cabellos despeinados, habla sin tapujos
con periodistas de El Orientador en medio del sol avasallante que
cubría todo el espacio de esta comunidad del Este, ganadera, productora de
plátanos y de mujeres encantadoras.
“Mi esposo era puertoplateño, y me casé con él allá, siendo
muy jovencita, quien se trasladó a Higüey para venderle unas propiedades a unos
hermanos, porque él estaba de vacaciones en su trabajo”, dice.
A su esposo no le fue muy bien después de viajar a Higüey.
A su retorno a Puerto Plata, en el camino fue atracado y asesinado con dos
tiros a la cabeza.
Tras la tragedia de su compañero, Santana decide viajar a
la provincia de la Virgen de La Altagracia, donde logra trabajar en una casa de
familia como doméstica.
El trabajo fue el inicio de su tragedia que lleva consigo
desde más de 31 años.
De acuerdo con Santana, ella nunca se imaginó que el
principal oficio del propietario de la residencia donde trabajaba: era un
insaciable violador de mujeres.
“Yo le decía a su mamá que él (propietario) me acosaba”,
precisa, al morderse fuertemente los labios.
Llevaba una contabilidad
Esta pequeña mujer seibana recuerda que el acosador sexual
tenía un cuaderno, donde registró que había violado a más de 800 mujeres. Era
portador de VIH.
“Ahí él tenía un listado de más de 800 mujeres, y conmigo
completó las 900 mujeres violadas”, asegura Santana.
Las autoridades sanitarias de El Seibo deben atender la
falta de medicamentos en el hospital de esta comunidad laboriosa, dice Olga
Lidia Santana.
No tuvo tapujos al identificar al violador sexual: Se llamaba Alberto Antonio Guerrero Castro, porque ya murió.
La seibana, de color canela tierna, explicó la estrategia
utilizada por su patrón para conseguir violarla.
“Mandando a otro a que me diera un botellazo, porque so estaba
en su casa trabajando”, dice Santana. Mostró a los periodistas de El
Orientador las cicatrices del golpe propinado en su cráneo.
“El que me infectó era él que estaba infectado, porque el
que me dio el botellazo solo me propinó el golpe”, dijo Santana.
¿Y cómo te enteras de que tú agresor estaba infectado?, le
cuestiono.
“Sí, porque ya me habían dicho que él era portador de VIH”,
responde.
De acuerdo con el relato de Olga Lidia Santana, el hecho
ocurrió en la calle Cambronal, de la ciudad de Higüey. Cuando ocurrió la
violación, ella tenía 31 años.
Lidia no tiene pareje ni hijos.
Una queja
Frente a su dramático caso, Santana asegura que en el hospital
de El Seibo no hay medicamentos para las personas con VIH.
“Yo no trabajo y me quitaron la tarje de Solidaridad
(plástico que entrega el gobierno a personas vulnerables), afirma.
“Ahora mismo en mi casa no sé que voy a comer porque no
tengo nada de dinero”, subraya la dama.
¿Y algunas personas saben que tú tienes VIH?, le
preguntamos.
¡Oh, el pueblo entero aquí!, respondió con firmeza.
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